Extracted from the workshop Uncertain cartographies: dialogues of the body with memory and immediate by Ana Buitrago at the Scenic Arts Meeting Muxia 2010.
“El ESPECTÁCULO os obliga a que habléis; el BIOPODER os obliga a que viváis”
TIQQUN, Teoría del Bloom.
Mirar y ser mirado. Esa es la “dialéctica” fundamental del poder. Donde ejerce su capacidad y su fuerza. Donde se fragua su efectividad. En qué medida somos capaces de mirar y ser mirados? En qué medida miramos y nos dejamos ver? Con qué complejos? Con qué sencillos? Pues muchas veces esa complejidad pasa, se soluciona, se resuelve en una simplificación de la misma. En un devenir-sencillo del acto y la trama, el entretejido relacional, que se juega en las miradas y sus personajes, las supuestas identidades y roles que las portan.
Mirar y ser mirado; he aquí la trama del poder; más concretamente mirar sin ser mirado (Foucault); sin ser visto. Panóptico. Vigilancia. Hasta el punto que la característica del poder puede llegar a ser más ese no ser visto antes que ese mirar. Por tanto la invisibilidad. El hacerse imperceptible. Transparente u opaco? En el fondo tampoco es una cuestión de transparencia, pues la imperceptibilidad se consigue más bien a base de un mostrar también, pero en relación con la irrelevancia. Es como el ladrón, o el criminal que opta por esconderse delante de los ojos mismos del vigilante. Invisibilizarse a base de hacerse demasiado inmediato. Ser fugaz a base de permanecer, demasiado cerca, demasiado en contacto con lo que acontece, hasta confundirse con eso mismo. Ser tan solo un haz suave más de eso que acontece. Una pequeña brisa. Un destello de superficie. Ser la misma cotidianidad. Entrometerse en su cadencia. Poblar su paisaje.
Entonces la obra de arte no muestra otra cosa. No salta a otro mundo. La creación deja de ser ontológica. O si cabe, esa ontología ya no remite a otro mundo, plano, nivel… SE construye aquí mismo. En este espacio. Con estas personas. Con estos cuerpos de los que disponemos aquí y ahora… A los que miramos. Los que dejamos ser mirados… Sencillamente. Destejiendo las tramas del ESPECTÁCULO.
Las tramas del espectáculo son precisamente esas: aquellas que exigen ver, que exigen dejarse ver: carne, cuerpos, acrobacias… El mostrar de los cuerpos = show. Y quizás (seguramente) porque cuando hace una acrobacia un cuerpo difícilmente puede a la vez que es mirado, el mirar. Entonces el público toma el poder de lo que acontece. Se empodera. Es una cuestión de SOBERANÍA. Allí al fondo, en el patio de butacas, en su oscuridad. El público ve constantemente. Incluso, los actores, los bailarines, la obra, el director; no saben, desconocen, no pueden saber lo que el público ve o mira. Pueden orientar o tratar de captar su mirada; pero el público elige. Nadie sabe si se fue o si permanece, si duerme, si mira tan solo un detalle irrisorio de todo el aparato montado en escena, o incluso la tramoya… Hay por eso también un panóptico EN ESCENA. Un nuevo panóptico o diferente. Un panópticohorizontal. Articulado según el régimen de las claridades y las sombras; en vez del régimen de las alturas y la centralidad de Bentham. Pero donde la perspectiva no deja de ser clave y decisiva.
La cuestión es entonces en qué medida “el artista” puede ver (a su público) a la vez que es mirado. E incluso en qué medida esto lo hace imperceptible. Pero ya no solo a él, sino que en estas dinámicas, tod@s; público y actores, vamos penetrando el acontecimiento, su cotidianidad horizontal, poblamos las fuerzas de la atención y la desatención, los territorios olvidados, lejanos por demasiado cercanos, obvios, inmediatos, la opacidad de lo intrascendente, su potencial de desterritorialización.
Cuando un cuerpo ocupa el territorio de la/una visibilidad; conscientemente, es decir, viendo al mismo tiempo, tanto el espacio donde está, como a quién le mira, como a sí mismo… Mantener todas estas atenciones, incluso las tres (a modo esquemático) es la clave de una recuperación, subversión… del poder/dominio del espectáculo y su paradigma. Para ello también se precisa cambiar las condiciones en las que esto se da. Entre ellas, quizá primero, extraer al público de su anonimato, no exactamente introducirlo en la escena, pero hacerlo entrar en el juego de las visibilidades, en vez de abandonarlo (empoderarlo) en la penumbra u oscuridad completa.
Pero al mismo tiempo es fundamental también que el actor/bailarín se percate de esta trama y entre en ella; para deshacerla: contra-efectuarla. Poblando la visibilidad fuera de la muestra (show); al margen de la muestra y la representación. O mejor aún: en sus entresijos. Es decir: sin dejar que su cuerpo/movimiento sea olvidado sin más; sea para un público anónimo, desconocido, sea para un espacio cualquiera, abstracto, indefinido… Por el contrario, en la permanente (re)definición de estas variables: público y espacio, y en su permanente atención se contra-efectúa el juego y la tensión de las visibilidades. Luego ya, una vez que estamos ahí, el movimiento, el cuerpo y su espectáculo, su muestra (show) se hace, se debería hacer, cada vez más imperceptible, paradójicamente.
Todo esto tiene que ver también y por último con las imágenes que se crean y por tanto con el imaginario creado, evocado, utilizado en cada pieza. A dónde se llega? Qué es lo que se deja ver? Sobre todo cuando uno se des-preocupa de eso. O lo hace entrar en la cotidianidad, en la horizontalidad de lo creado. O mejor: cuando hunde, o deja hundir, enterrar ese imaginario, su potencia y capacidad de articular una idea… en lo común que compartimos. Entonces abandona, vacía el movimiento, el cuerpo, el ESPECTÁCULO, lo suelta, lo disuelve, lo arroja a un inconsciente. El imaginario lo construimos entre tod@s (l@s que miramos) en la medida en la que nos atrevemos a entrar, a poblar, los territorios comunes de la atención y la escucha, donde paradójicamente, surgen imágenes inesperadas, fugaces, instantáneas e inmediatas, que sin llegar a tener forma (en principio) se instauran y provocan una alta definición del encuentro, en un espacio en el que los detalles se desprenden de los sujetos y adquieren una lectura independiente, emancipada e imaginaria. Es este desprendimiento de singularidades y el territorio de su produción el que compartimos.
Evidentemente, todo esto implica a su vez toda una relación con el BIOPODER y el cuerpo de afectos que se genera en escena como tensión y procura cara una muestra, producto o espectáculo de consumo y por tanto con el CAPITAL…